lunes, 25 de enero de 2010

Como evitar el complejo de inferioridad kirchnerista, por Barone‏



CARTA ABIERTA DE ORLANDO BARONE

Muchas personas que apoyan a este modelo y a la gestión del gobierno de Cristina Fernández, se sienten en minoría y avasalladas por la correntada anti K. Cargan con el peso de que ser oficialistas los condena ante cierto estándar social. A esas personas me dirijo. Esas que en una reunión o encuentro se contienen y no se manifiestan, inconscientemente acomplejadas por la marejada opositora que se exterioriza con arrogancia como si estuviera ante una hipotética dictadura. Desde los grandes medios y desde las elites sociales y culturales se infunde furtivamente, entre quienes apoyan al gobierno, el complejo de culpa kirchnerista. Se trata de infiltrarles la sospecha de que están defendiendo algo indecente, indigno de un ciudadano democrático. Éste, distinto y superior a aquellos otros del subsidio, del camión sindical o del sandwich de chorizo. Porque según ese argumento ninguna persona honrada y civilizada podría mostrarse satisfecha con lo que este gobierno representa. Representación negativa exacerbada desde el poder mediático. Cualquiera sabe que oponerse a algo da más patente de inteligente que estar a favor. Porque estar a favor sugiere encantamiento, no razón. Y parecer crítico presume de una distancia intelectual, ajena a pasiones e hinchismos más acordes con la inocencia de la plebe. Ser de la oposición política, social o periodística representa o pretende representar intencionadamente, lo contrario del alcahuetismo. La posición antigobierno sería algo así como “pertenecer” a eso otro independiente e incomprable. Entonces el que sin ser militante se siente conforme con el gobierno, se contrae; y acepta que sea el otro quien imponga su opinión. No se achica por dentro sino por fuera.Se retira de la cancha y le deja a la televisión la denuncia sin pruebas. No es fácil defender una gestión o una obra, como sí es fácil coquetear desde la teoría, la crítica o la utopía. La autoestima así vulnerada produce en la persona un desánimo y complejo de inferioridad política. Entonces empieza a callar sus opiniones; y como las calla aparenta asentir con los opositores. Y así se aumenta esta presunta mayoría de la calle y de los medios cuyos miembros se rejuntan en la contra. Hay un subyacente aire intimidatorio en el mensaje opositor que gran parte de la sociedad retransmite a lo Mirtha Legrand como si fuera la verdad verdadera. En determinadas geografías no ser oficialistas es un rango, como estar de vuelta de creencias y adhesiones masivas. Los de derecha que en privado bailan, ponen en público cara de culo como si les preocupara la suerte de los muchos. Se ven así figuras notorias de distintos rubros de la fama, descalificando la realidad aunque ellos se solacen en una realidad opulenta.Otros en su discurso opositor charlatanean con una abstracta revolución más profunda que la que expresa el oficialismo. Y cuanto más se histrionizan a la izquierda más se “aderechan”. Es un ataque bilateral simultáneo. Ante esta prepotencia adueñada de la perfección sin hacer nada, no más callarse. Dejar de cederle a los contrarios el campo orégano y el campo soja y el latifundio del guitarreo crítico. Enorgullecerse de compartir el colectivo sin melindres de pasajero vip. Porque aún con reparos, pocas veces como hoy, ser oficialista es estar cerca de la razón y del cambio.

Contradicciones


El ministro del Interior, Florencio Randazzo, dejó entrever hoy una contradicción en la postura política del removido presidente del Banco Central, Martín Redrado. Destacó el ministro que mientras hoy se opone Redrado al Fondo del Bicentenario para el desendeudamiento, en 2005 cuando el mismo Redrado ejercía la titularidad de la entidad bancaria, "señalaba que había sido la decisión más revolucionaria en los 70 años del Banco Central como decisión política el pago de la deuda al Fondo Monetario Internacional”.
Y Tincho? En que quedamos?

domingo, 3 de enero de 2010

Mezquinos y Resentidos


Por Horacio Verbitsky



En la última semana del año pasado la intendente radical de San Antonio de Areco Estela Lennon, el ministro de Planificación Federal, Julio De Vido y el gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli, atribuyeron la envergadura y la velocidad de la inundación que anegó el casco urbano a la excavación ilegal de miles de canales en campos de la zona, que pudieron observar cuando la sobrevolaron. Esos canales desagotan los campos y conducen las aguas de lluvia hacia el río. Según los expertos esto explica que un caudal extraordinario de líquido se haya volcado en pocas horas sobre la ciudad, donde 90 hectáreas quedaron sumergidas y fue preciso evacuar a 3.000 ciudadanos. Las entidades patronales agropecuarias lo negaron y explicaron que las precipitaciones habían duplicado lo habitual. La Sociedad Rural Argentina presidida por el tambero Hugo Biolcati sostuvo que la acusación era mezquina y prejuiciosa y se originaba en el “resentimiento político”. El chinchorro de Biolcati, Eduardo Buzzi, dijo que el gobierno intentaba confundir a la opinión pública ya que el control hidráulico corresponde al Estado y no a los particulares. Es conocida la respuesta de Biolcati y Buzzi cuando el Estado se hace cargo de esas funciones. Biolcati es un experto en canalizaciones clandestinas. Una investigación de la periodista Ana Clara Pérez Cotten publicada el año pasado en el semanario Noticias reveló que tiene abiertos varios juicios por haber realizado ese tipo de obra clandestina en su tambo La Dorita, en Carlos Casares, que recibió el 16 por ciento de todos los subsidios estatales para lechería. Según Pérez Cotten el escurrimiento de las aguas se rige por la ley del sálvese quien pueda. “El más poderoso, aquel con capacidad económica para canalizar, inundaba al vecino y modificaba el curso de las aguas en contra del cauce natural. La Dorita, mediante numerosas canalizaciones, desvió aguas y amenazó a la localidad de French del partido de 9 de Julio”. Agrega que a pedido de los productores afectados el municipio de 9 de Julio recurrió al Juzgado Civil y Comercial Nº 2 del Departamento Judicial de Trenque Lauquen, que ordenó allanar el campo de Biolcati. En el allanamiento se encontraron retroexcavadoras “en pleno proceso de canalización”. La municipalidad normalizó el curso de las aguas e intimó a Biolcati a interrumpir las obras. Biolcati replicó con una demanda contra la Provincia de Buenos Aires y los municipios de 9 de Julio y de Carlos Casares, a los que demandó una indemnización millonaria por el anegamiento de un millar de hectáreas de su propiedad, que atribuyó a negligencia oficial en el manejo de aguas pluviales. El año pasado la Corte Suprema de Justicia remitió la causa a la justicia bonaerense, donde se tramita. La industria del juicio a la provincia a raíz de las inundaciones no es un invento reciente. Con esos litigios hizo su fortuna antes de acceder a la Corte Suprema el luego destituido juez Eduardo Moliné O’Connor. En los últimos quince años, Biolcati ganó tres de esos juicios, por 130.000 dólares y 90.000 pesos. Está claro que él no tiene motivos para el resentimiento ni la mezquindad.


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